Percibimos en lo colosal, en lo enorme y grandioso una atracción, un encanto propio que responde a sus propias leyes. ¿Podríamos sostener que es por su valor estético por lo que las Pirámides han impresionado de manera tan honda el alma de los hombres? Después de todo, ¿qué otra cosa son además de unos montículos artificiales? Pero, por el contrario, nadie permanece indiferente en su presencia. Y ¿cuál es la fuente de este asombro, sino la inmensidad del esfuerzo y la grandeza del resultado? La fruición que nos producen este tipo de construcciones inmensas reside en la percepción del trabajo manual exquisito e ingente que expresan.
Hoy no sólo apreciamos las grandes obras de arquitectura e ingeniería civil una vez terminadas, sino que nos atrae el proceso de construcción y las bellísimas imágenes que inspiran. En este artículo de National Geographic lo comprobamos a través de las fotografías tomadas a los anónimos héroes que, literalmente, han construido el mundo con sus manos:
Aparecen fotografías de operarios de obra que desafían a las alturas sin ningún tipo de arnés, mientras tocan la armónica o almuerzan, siendo transportados a lo más alto del tajo agarrados al cable de una grúa. Unos constructores recorren los cables del puente colgante de Brooklyn tocados con sus elegantes sombreros en vez de cascos. Apreciamos en fantásticos dibujos el amor que ponían antiguos albañiles al usar la plomada, esculpir un capitel o deshojar una piedra de pizarra.
Nos fijamos con mucho interés en una foto en Londres en la que teniendo como fondo el Big Ben se nos muestra una visita a los trabajos de construcción del edificio de la torre de la Cámara de los Comunes. Los constructores caminan sobre la tarima de tablas de un debilísimo e irregular andamio al mismo nivel que el celebérrimo reloj, sin protección alguna pero con una soltura pasmosa. Conmovedoras son las imágenes tomadas en los descansos a los braceros de grandiosas obras civiles. Se muestran trajeados, sonrientes y cubiertos con gorras conscientes de la importancia de la infraestructura que construyen y del valor y belleza de su propio trabajo.
En Antana mantenemos la misma consideración por la construcción de edificios que aquellos héroes que construyeron el mundo con sus manos, poniendo todo nuestro oficio y saber hacer en nuestro trabajo y siendo conscientes de la permanencia de nuestras obras.